viernes, 21 de febrero de 2020

El dulce peligro de idealizar el pasado



Escuchar las historias, las buenas historias colmadas de momentos maravillosos, de instantes únicos, de actos heroicos o sobrenaturales ha sido una constante en mi familia, en mis relaciones interpersonales, en mi actividad profesional, ya sea como docente, escritora o terapeuta. Relatos que dejan con la boca abierta, sin aliento o con el aire contenido por la emoción. Provengo de una familia de grandes narradores. La sobremesa en casa de mi madre suele ser fascinante, así como lo fue en casa de los abuelos.

Cuando escuchamos estas vivencias, sean contadas por alguien más o por nosotros mismos, parece que la felicidad se quedó en la otra esquina o en algún lugar del pasado al que no tendremos acceso nunca más. Ese sabor agridulce de se convierte, entonces, en una trampa y terminamos atrapados en los recuerdos. Nostálgicos empedernidos, nos refugiamos en el pasado, sobre todo cuando las cosas no van bien, si el presente es doloroso, frustrante o somos incapaces de confrontarlo.
Viajemos un poco al pasado para preguntarnos si de verdad aquello fue tan maravilloso. No, no fue tan feliz, ni tan perfecto. Hubo carencias, dificultades, preocupación, impotencia, miedo. Idealizar lo vivido hace que sea gratificante y ahí está el engaño. Mitificando el pasado, nos convertimos en héroes. Vivíamos en el paraíso y ahora lo hemos perdido, por ello solemos experimentar una sensación de carencia contante, algo falta en el presente. Sin embargo, el presente será pasado y seguiremos añorando y sublimando sin vivir plenamente el ahora.
Sin bien es cierto que es mucho más lo que olvidamos que lo que solemos recordar, puesto que el cerebro posee un mecanismo para impedir que la memoria se cargue de información intrascendente, recordamos lo verdaderamente importante, lo que es capaz de emocionarnos. La emoción que acompaña  estas vivencias activa las regiones implicadas en la formación de los recuerdos, como el hipocampo y la corteza cerebral y la liberación de hormonas como la adrenalina, el cortisol, oxitocina y endorfinas ayudan a reforzar estados emocionales. Entonces cada vez que recordamos reforzamos estas emociones, si quitamos aquello que nos produjo dolor o malestar queda una buena dosis de “felicidad”, a la que accedemos al rememorar estas historias.

¿Y qué pasa con el presente? Lo que vivimos en el presente bajo la sombra constante un pasado idealizado pierde relevancia, incapaces de asumir las experiencias de la vida presente, sin importar si las calificamos de negativas o positivas, se vuelve un paisaje gris, que solo se llenará de colores vividos y de emociones cuando se vuelvan una gran historia que contar.
“Todo tiempo pasado fue mejor”, pero el presente es real y es lo único que tenemos. ¿Te atreves a soltar el pasado?





No hay comentarios:

Publicar un comentario

El dulce peligro de idealizar el pasado

Escuchar las historias, las buenas historias colmadas de momentos maravillosos, de instantes únicos, de actos heroicos o sobrenaturales ...